El sultán confirmó a Londres la soberanía acababa en el río Draa
Aunque es difícil establecer con precisión en qué momento Leopoldo II de Bélgica decide informar de sus propósitos a Lahure, sí está claro que el 25 dejullo de 1888 Leopoldo II ordena a su ministro de la Guerra, el general Pontus, poner a disposición del soberano al barón Lahure, coronel de Caballería y de Estado Mayor, durante dos meses. El 9 de agosto, Lahure embarca en el puerto francés de Marsella rumbo a la colonia inglesa de Gibraltar. En el peñón, el prestigioso militar belga se entrevista con Donald Mackenzie, un ingeniero británico que conocía bien el noroeste de Africa. Mackenzie, en efecto, mantenía relaciones con los saharauis desde hacía ya dieciséis años: en 1874 había constituido en Londres la North West African Company y, como delegado de esta sociedad inglesa, firmado un contrado con la máxima autoridad sahariana de Tarfaya, el Chei Mohamed Ben Beiruc, contrato que tenía fecha de 26 de julio de 1879. En virtud de este documento, la sociedad inglesa, que disponía ya de sucursales en Las Palmas de Gran Canaria y en Lanzarote, edificó en Tarfaya sus instalaciones, con la ayuda, por supuesto, de trabajadores canarios y sah,arauis. Todavía hoy pueden verse los restos de aquella edificación que, en castellano, se denominó «casa mar». Mackenzie obtuvo notables éxitos comerciales porque, entre otras cosas, consiguió desviar hacia Tarfaya gran parte del comercio que llegaba a través del Sahara. «Las operaciones comerciales -escribe en su informe secreto el coronel Lahure- tomaron impulso -y las caravanas enviadas por las tribus del interior llevaron al establecimiento de la North West African Company grandes cantidades de lana, pieles, plumas de avestruz y goma.»De Gibraltar, Lahure y Mackenzie se trasladan a Tánger, donde, en ausencia del barón Whettnall, se entrevistan con uno de los hombres de confianza del cónsul, Abraham S.icsu, antes de hacerse de nuevo a la mar para navegar hasta Tarfaya, vía Canarias. Sahara, la goleta de Mackenzie, les conduce finalmente desde Arrecife de Lanzarote hasta Cabo Juby (Tarfaya), donde están las instalaciones del inglés y donde los navegantes arriban el 4 de septiembre de 1888.
Al margen de los pormenores de la instalación inglesa en Tarfaya y de las serias preocupaciones que aquel asunto causó a los Gobiernos de Madrid y de París, es interesante, por el contrario, reproducir algunos párrafos del informe que, a su regreso, Lahure transmitirá a su soberano, puesto que la compra de las instalaciones de Mackenzie en Cabo Juby era, en este momento, el proyecto que acariciaba Leopol do 11 como alternativa para estable cer una colonia belga en el Sahara
« La North West African Company decidió la edificación de un castillo en la roca que queda separada de la costa con la marea alta y de una factoría de piedra en tierra firme. Al mismo tiempo, el señor Mackenzie ha pedido al Gobierno inglés reconocer y proteger su establecimiento; incluso ha solicitado el otorgamiento de una Carta Magna. Además se ha entendido con el jefe soberano de la comarca (el Tekna) para obtener la concesión de una porción de costa en Tarfaya, entre Cabo Juby y Stafford Point. Se entendió al mismo tiempo con estejefe, el Chej Mohamed Ben Beiruc, para que éste protegiese las instalaciones y el comercio de la North WestAfrican.
«El Gobierno inglés -revela Lahure- no ha concedido a la North West African Company la Carta Magna, pero se ha dirigido al sultán de Marruecos para hacerle saber que le hacía responsable de toda agresión de que pudieran ser objeto los establecimientos ingleses de Tarfaya. El sultán ha respondido al Foreign Office que sus estados no se ex tienden tan lejos como Tarfaya y se terminan en el río Draa; y que, en consecuencia, no tenía por qué ocuparse del establecimiento inglés de Tarfaya.» Esta carta está depositada en los archivos del Foreign Office,..
«En 1882 -Informa a su rey el coronel belga-, las autoridades marroquíes, que continúan persiguiendo el mismo fin, han enviado una misión a Cabo Juby para preguntar al señor Mackenzie si reconocía la soberanía feudal (soberanité) del sultán. El señor Mackenzie ha respondido a los enviados marroquíes que no tenían más que dirigirse al Gobierno inglés; y esto fue lo que hizo el sultán; es entonces cuando en Londres han respondido al soberano marroquí, poniéndole ante su carta anterior donde reconocía el río Draa como límite meridional de sus estados. »
Tanto el informe Lahure como el de Whettnall, al que nos referimos ayer, contienen elementos que habrían pesado (¿por qué no de manera decisiva?) ante el Tribunal Internacional de La Haya hace tres anos en favor de la independencia del Sahara occidental. La zona de Tarfaya, por supuesto, no es más que una parte del antiguo Sahara español, aunque, eso sí, una parte esencial en el pretendido conflicto jurídico con Martuecos. Españoles y franceses, sin embargo, habían cometido ya suficientes errores en el tratado de 1912 sobre delimitación de fronteras y reparto del protectorado «marroquí». Y el Gobierno español de aquellos años, en última instancia, había aceptado que el Sahara occidental tenía su frontera norte -y Marruecos su frontera sur- en el paralelo 27º40′ de latitud norte; es decir, no ya al sur del río Draa -donde siempre comenzó, como hemos visto, el territorio saharaui-, sino ¡al sur incluso del mismo Cabo Juby!
De todo lo expuesto hasta ahora sólo cabe una deducción: si antes de la colonización española (1884) el imperio marroquí tenía su frontera sur en el río Draa, ¿cómo es posible que, al abandonar España aquel territorio, Rabat haya conseguido avanzar su frontera meridional hasta el Trópico de Cáncer y, lo que aún es más grave, las democráticas potencias occidentales, y en primer lugar el Gobierno español, pretendan legalizar tamaño abuso con menosprecio de los derechos más elementales reconocidos, como son el derecho a la vida y el derecho de los pueblos a decidir su propio futuro?